la disfunción cognitiva, así como la demencia y el delirio postoperatorio son patologías de alta incidencia entre 10 y 60%, pueden traer consecuencias importantes que repercuten tanto en los tiempos de recuperación postanestésica, calidad de vida de los pacientes y costos de las instituciones así como en entorno familiar. Por esta razón, el anestesiólogo está obligado a reconocer estas alteraciones mentales en el paciente geriátrico y aplicar de manera preventiva medidas enfocadas a evitar estos daños. La evaluación clínica debe ser cuidadosa e incluir tanto factores de riesgo precipitantes como predisponentes; la intervención debe ser precoz, eficaz y en diferentes dimensiones, y recurrir a medidas farmacológicas cuando estén indicadas y a otras de carácter profiláctico. Los pacientes deben ser vigilados a corto, medio y largo plazo para valorar la persistencia de déficit cognoscitivo que pueda evolucionar a demencia y provocar un deterioro funcional mayor y progresivo.
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